Dady Brieva: Dadyman

"No soy de esos tipos que van, fichan y hacen lo suyo"

El actor hace temporada con Dadyman, un unipersonal donde cuenta parte de su intimidad, con la espontaneidad y el humor que lo hicieron un personaje querido y popular. Asegura que se carga todos los proyectos al hombro, que el teatro es su lugar y que volvería a hacer radio.

Fue un ter-cio del trío Midachi, conductor de la segunda mañana en AM, la voz de Isidoro Cañones en su versión cinematográfica, militante peronista en los '70, Martín Fierro como mejor actor de telecomedia, desertor de la carrera de abogacía, compinche de niños en Agrandadytos, postulante y defensor de Alberto Olmedo para el programa El gen argentino, psicólogo del jurado de Bailando por un Sueño y galán de prime time en tiempos de El sodero de mi vida. Todo eso es pasado, experiencia añadida y acumulación simbólica en Recuerdos de barrio, la sublimación de todas esas vivencias y destrezas; la ceca minimalista de una carrera faraónica resumida en dos horas donde Dady Brieva confiesa que ha vivido a través de un espectáculo autorreferencial y reivindicativo de tiempos en los que "no había celulares, pendrives ni cuentas de Facebook para almacenar información".
"Mi representante me dijo: '¿por qué no te largas a hacer monólogos?' A mí me daba mucho miedo porque no estaba acostumbrado a hacerlo solo y a bancármela solo, así que empezamos de a poquito. Estrenamos el 15 de septiembre en Tandil, y de ahí no paré más. Por un lado, tenés las megarevistas, con aguas danzantes y elefantes blancos; por el otro, estoy yo, solo con el micrófono y un saquito, al estilo Luis Landriscina, contando historias que le interesan a todo el mundo", reseña Dady, quien, bajo el nombre de Dadyman, encabeza una puesta sobria que logró convertirse en uno de los números más concurridos de una temporada signada por taquillas famélicas y obras descolgadas.
A través de un formato que ya había explotado en las puestas de Midachi (y también en las aperturas de Agrandadytos), Brieva se planta solito y solo frente a un auditorio al que interpela a través de su propia intimidad. Así, narrando su infancia en Villa María Selva, la constitución familiar típica de 'papá trabajador, mamá ama de casa' o sus inicios en el mundo laboral, radiografía a todo espectador por encima de las cuatro décadas y, en simultáneo, sensibiliza a quienes estén por debajo de esa banda etaria. "Ahora todo el mundo saca una foto en el celular y la sube a Internet, pero yo tengo apenas dos de mi viejo... y ya ni siquiera me acuerdo de su voz", expone durante su monólogo, a mitad de camino entre la sorna y la nostalgia, y el resultado final es una carcajada apta para todo público (un sello ineludible del artista en cuestión) a través de historias que resultan propias para quienes las vivieron y absurdas para los que no tuvieron el gusto.

-Le dijiste que no a muchas ofertas de trabajo, incluso a Mirtha Legrand y Enrique Pinti. ¿Por qué decidiste dedicarte exclusivamente a tus monólogos?
-Con este espectáculo encontré mi nichito, que es el que me gusta, y al que le meto mi energía. Soy un tipo de 54 años, hace 30 que estoy en este oficio, y personalmente estoy pasando por una nueva relación afectiva desde hace tres, así que también le estoy poniendo entusiasmo a mi vida privada e individual. Para arrancar con un proyecto televisivo hay que darle mucha pila. Acá tengo mi lugar, con una organización chiquita y la plata que necesito para moverme y vivir.
-¿Te saturaste de las megaestructuras de trabajo?
-Y... te lleva mucha energía. Más aun teniendo en cuenta que yo no soy de esos tipos que van, fichan y hacen lo suyo. Siempre me hago cargo de que el programa tenga buen rating, de que el productor gane plata... es como un proyecto mío. Cuando yo hago un proyecto con Pol-ka y soy el protagonista, me convierto en el socio de Adrián Suar, por decirlo de alguna manera. Me lo cargo al hombro, quiero que sea un éxito y que le vaya bien.
-¿En dónde te sentís mejor expresado dentro de tu amplia versatilidad artística?
-En el teatro, que es el lugar por el que más tiempo estuve, pero también en la radio. Cuando hice el programa (Dady 790, por AM Mitre, en 2007 y 2008) la pasé muy bien y me gustó mucho. Si tuviera una oportunidad de hacer una mañana en radio y que me redituara una guita considerable, lo volvería a hacer, sin dudas.
-En esa época respondías personalmente los emails que mandaban a la radio, y ahora manejás cuentas en Twitter y Facebook. ¿Cómo te llevas con estos lenguajes?
-La culpa la tiene uno de mis hijos, que trabaja conmigo y un día me dijo: "Viejo, vamos a salir de gira y tenés que tener informada a toda tu gente." Del Facebook se encarga él, por ejemplo, aunque en Twitter escribo yo. Él me enseñó a usarlo para esos fines, aunque a veces me rechiflo porque hay mucha gilada dando vueltas. Yo soy Dady Brieva, y si digo alguna pelotudez me pueden venir a buscar al teatro, pero por allá escribe un tal "candado98", que no sé quién carajo es, me insulta y me salta la vena. Yo vengo de otra generación, y si alguien me dice una gilada, quiero saber el porqué, y no que un chico de 14 años venga y diga "tu mamá es una puta y se la cogió Platero, el burro". ¡Pará un poquito! A veces, me re caliento con esa mierda y la freezo un tiempo, aunque después vuelvo.
-¿Te cuestan entender esos códigos de las nuevas generaciones?
-Lógico que sí. Me cuesta mucho, aunque no sólo de la gente joven, sino de entender este nuevo mundo en donde un tipo, que es un extra en la vida, protagoniza a través de una red social y se mete y habla con Madonna y le dice "Te cuelga el orto como a Nelly Láinez." Antes, no teníamos la posibilidad de poder decirle semejantes cosas a Violeta Rivas o a Néstor Fabián.

Fuente: Tiempo Argentino

Comentarios

Entradas populares de este blog

Andrea Gilmour

Susana Torres Molina: Estática

Chamé Buendia: Last Call-última llamada